jueves, abril 06, 2006

OLE!

Aaaah! Qué bueno! Ayer empecé a ir a una Academia a aprender a bailar español! Ni se imaginan lo duros y lo desconectados que están de su propio cuerpo, hasta que se ponen enfrente de un espejo gigantesco, mirándose, tratando de seguir los pasos y braceos de una profesora, mientras por otro lado intentan verse lo menos ridículos posible. Aunque estas palabras los lleven a pensar que la pasé mal, no no no, la pasé muy bien. Me gustó mucho el ambiente de cooperación y la música impunemente alta, con unas sevillanas casi cortando los vidrios de las ventanas y yo muriéndome por dentro, retorciéndome por tener un poco más de gracia al bailar. Claro que es un baile muy femenino, muy ampuloso, y bailarlo con zapatillas no es lo mismo.... Tendré que ir arrimando el bochín y tratar de comprar los zapatitos para taconear un poco mejor. Me quedé con la idea de que el camino más corto para darse cuenta de lo difícil que es hacer algo, es hacerlo... y tratar de hacerlo bien. Sentada en el cómodo asiento de un teatro, disfruté de los shows de esta Compañía de baile y me emocionaron siempre, casi hasta las lágrimas, pero nunca se me ocurrió pensar en lo complicado que era bailar así. Supongo que, como en la mayoría de las cosas a esta altura de mi vida, el tiempo está de mi lado. Reserven sus entradas....
Igual, lo más importante de esto, es generarse un espacio de relajación y mejora.
Para esto, dos obras increíbles del sueco David Svensson



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